No se necesita ser un analista profesional para afirmar sin temor que no hay paz en El Salvador, y peor aún, nos hace falta mucho por alcanzarla. Para los salvadoreños el fin de la guerra parecía el inicio de una nueva sociedad, pacífica y justa, pero, lo que se vive hoy es todo lo contrario, tenemos una sociedad sumergida en un patrón de violencia agudizado por el conflicto armado, aunque este haya terminado hace más de una década más.
No obstante, los políticos se afanan en decir que El Salvador camina en el sendero correcto hacia la paz, pero no tienen la solvencia estadística y mucho menos moral para decir esto cuando la tasa de asesinatos alcanza cifras de hasta 5000 o 6000 muertos anuales, cuando ocurren decenas de violaciones robos y secuestros cada día. En este sentido, es triste reconocer que mientras no se respeten los derechos humanos y no se garantice la seguridad de los salvadoreños será imposible la verdadera paz en nuestro país.
No podemos hablar de un El Salvador pacífico cuando la mayoría de la población está sumergida en la pobreza, cuando hay familias que no cuentan con más que 25 centavos diarios para sobrevivir. Existen millares de niños sin escuela, sin comida y sin vivienda. Muchas personas atraviesan dificultades para poder acceder a los servicios básicos y a una atención médica decente, ¿y a esto se le llama ir en el camino hacia la paz? En base a esta realidad, se puede afirmar que los piensan que el salvador avanza a un desarrollo justo y equitativo están equivocados.
En nuestro país, no puede haber paz, mientras un grupo de políticos se llenan sus bolsillos con el dinero del pueblo, robándose el futuro del país, lo que le pertenece a las futuras generaciones para poder impulsar el desarrollo de El Salvador. Como dice Juan Pablo II: "Hasta que quienes ocupan puestos de responsabilidad no acepten cuestionarse con valentía su modo de administrar el poder y de procurar el bienestar de su pueblo, será difícil imaginar que se pueda progresar verdaderamente hacia la paz."